¡Hola Sukisss!
La locura de todas las semanas… y en la que, por más que lo intentes, nunca aciertas.🥦
Dime si no te ha pasado: te sientas el domingo con toda la buena intención del mundo, libreta en mano, pensando “esta semana comemos sano, equilibrado y sin derrochar”.
Y a los diez minutos… ya estás buscando excusas para pedir una pizza. 😅
Hacer un menú semanal saludable parece una tarea sencilla… hasta que lo intentas.
Porque entre las prisas, la falta de ideas y la tentación del pasillo de las galletas, la cosa se complica.
La teoría es fácil, la práctica… no tanto. ¡Seamos sinceras! Todas sabemos lo que deberíamos comer: más verduras, más legumbres, menos ultraprocesados.
Pero no sé tú, cuando llega el momento de planificar, entran los dilemas:
-¿Qué hago con ese medio calabacín solitario del frigorífico?
-¿Cuántas veces por semana se puede comer pasta sin sentir culpa?
-¿Y si el lunes nadie quiere lentejas?
El problema no es no saber qué comer. Es que la vida (y la familia) no están hechas para facilitarte el día.
El menú semanal nos exige pensar, combinar y anticiparnos.
Y claro, la pereza —porque sabes que todo serán quejas— gana muchas veces la batalla.
El supermercado: mi mayor drama... Lo más guay… el súper, que no ayuda (nada).
Tú vas con tu lista: avena, garbanzos, espinacas, fruta… y sales con rebozados, donettes de chocolate y tres ofertas del “2x1” que no necesitas.
Además, los envases familiares parecen pensados para clanes de siete personas, no para una familia de tres.
¿Por qué los packs de yogures vienen de ocho en ocho? ¿Y los calabacines en bolsa de cinco?
Luego se estropea la mitad y te sientes culpable por tirar comida.
Y como si fuera poco, llega esa amiga maravillosa: la culpa, acompañada del otro… el cansancio.
Son como la pareja de la Guardia Civil: el combo perfecto. 🚔
Entre los enredos familiares, la casa, los hijos y las mil tareas diarias, pensar qué cocinar se convierte en otro trabajo más.
Y aunque queramos hacerlo bien, a veces solo queremos algo rápido, sano, rico y sin pensar.
🥘 Mi método perezoso (pero efectivo)
La buena noticia es que no hace falta ser chef ni gurú de la nutrición.
Eso lo descubrí allá por el 2000, en una demostración de Thermomix.
Una señora preparó toda la comida de la semana en dos horas y yo pensé: “esto haré yo”.
Lo cierto es que, hasta la fecha, no tengo Thermomix (ni planeo comprarla), pero me volví adicta a los Meal Prep americanos.
El problema es que ellos cocinan a,b,c y comen tres días lo mismo… y eso, en casa con tres gustos distintos, no funciona. 😅
Así que me inventé mi propio método perezoso: el menú quincenal “modo ahorro mental”.
Solo pienso en qué cocinar dos veces al mes.
Lo puse en práctica tres meses seguidos y ahora va solo, como en piloto automático.
Cambio la fruta y la verdura según la temporada… y ¡a vivir tranquila! Y sí, funciona.
Mis secretillos:
-Tengo un banco de recetas con 10-12 comidas que nos salvan siempre (rápidas y que nos gustan a todos).
-Cocino de más: lo del batch cooking no es postureo, ¡es supervivencia!
Hago cocido o lentejas para seis personas y congelo la mitad para la siguiente quincena.
-Aprovecho los productos frescos de temporada: ahorro y comemos mejor.
-Simplifico: cenas rápidas, cremas o salteados, que congelo y revueltos. Repetir no es pecado.
Y aunque no siempre lo consigo, intento ir al súper con el estómago lleno. (No hace falta explicarte por qué, ¿verdad? 😋)
Pero no te alarmes, también hago masa de pizza y hamburguesas caseras, que congelo para cuando me piden caprichitos.
Hacer un menú semanal sano es un suplicio para muchas (me incluyo 😅), pero también un acto de amor propio y familiar.
Porque sí, vivimos a mil por hora, el supermercado nos tienta y la pereza es humana…
pero cada pequeño paso cuenta: una comida casera más, una compra más consciente, un día sin improvisar a última hora.
Y si algún día te gana la pereza, recuerda: una ensalada rápida sigue siendo mejor que un ultracongelado triste.
¡Nos vemos!

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