Un recreo en blanco y negro ⛹️🔳

Y con el importantísimo sentido de la vista concluimos esta semana la serie de escritura sensorial, aunque ¿quién sabe? Tal vez me atreva a poner la guinda al pastel con una última publicación que aglutine los cinco sentidos.

Cuando escribimos desde la vista, no describimos solo colores, formas o luces. Describimos lo que la imagen nos mueve por dentro. Esa chispa puede venir de un destello, una sombra, un gesto cotidiano, una fotografía antigua o algo tan simple como la forma en que cae la luz sobre un objeto trivial. 🤩❣️🎞️

La escritura terapéutica encuentra ahí una veta preciosa: mirar con atención para recuperar una parte de nosotr@s mism@s; dejar que lo visual sea el mecanismo que abra un recuerdo agradable, una emoción olvidada o un momento que merecía volver. 

Escribir desde la vista nos invita a detenernos, observar y dejar que la memoria haga el resto. No es solo mirar: es mirarnos dentro a través de lo que vemos. 🧐🔎

Aquí os dejo un recuerdo de mi infancia al que me trasladó mirar una fotografía: 🎞️💞

“El patio de mi cole”

“La foto apareció dentro de un libro viejo, usada como marcapáginas: un cuadradito en blanco y negro donde apenas podía distinguirnos a mis compañeros y a mí, dispersos por el patio del colegio. La luz era fuerte, casi blanca, y se podía apreciar el polvo suspendido en el aire.

Me acerqué la foto a los ojos, intentando identificarme entre aquellas figuras diminutas. Y fue el brillo en el suelo del sol reflejándose sobre el cemento claro lo que me devolvió el recuerdo entero, como si lo encendiera.

Volví a sentir el calor de los recreos, ese que subía desde el suelo y te calentaba las zapatillas haciendo que sonaran al resbalar. Reviví la pugna a codazos por darle un par de patadas a los balones que se le escapaban a los mayores que jugaban al fútbol.  Segregué saliva al recordar el olor a bocadillo correoso de salchichón y mantequilla. Las canciones, algo cursis, de las chicas saltando a la comba y la cadencia con la que esta golpeaba el suelo. Las risas y los gritos que venían de todos lados y, sobre todo, la forma en que el sol dibujaba las sombras de tantos niños corriendo. En la foto se intuían, pero en mi memoria eran alargadas, rápidas, perfectas...

Vi también a mi mejor amiga de entonces, con la coleta alta, las gafas y su inconfundible pichi de cuadros. No se la veía en la foto con claridad, pero recordé su gesto de levantar la mano para llamarme, que hacía que su pulsera de cuentas brillara un segundo antes de volver a caerle sobre la muñeca. Me sorprendió lo fácil que fue “escuchar” ese sonido seco de las cuentas chocando, aunque la imagen fuera absolutamente silenciosa.

Y de pronto me acordé de la forma en que el sol se reflejaba en las canicas que llevábamos en los bolsillos. Cómo las sacábamos solo para mirarlas, girándolas entre los dedos para ver cómo la luz se rompía en los colores del su interior.

La foto no mostraba nada de eso. Era simple y estática. Pero al mirarla, mi vista completó lo que faltaba: el brillo, el movimiento, las sensaciones, los sabores del bocata y un carrusel de emociones más.

Un solo destello en el suelo, congelado en el tiempo en blanco y negro, bastó para desempolvar un día entero de mi infancia guardado en algún rincón de la memoria esperando una chispa para regresar.”

¡Cuánta emoción en un recuerdo! 🥹🥹 ¡Qué gratificante! 🙂

¡Te animo a mirar con los ojos del corazón y contarme dónde te lleva tu memoria! 👀💖

¡Hasta la semana que viene, amigos! 👋👋👋