El gusto de escribir…👅✒️

1

¡Hola, Sukis! ✨✨

Cuando las palabras se degustan 🔡😋



Seguimos esta semana con la “serie de los sentidos” y vamos a hacerlo con uno que, a pesar de ser tan importante en nuestro día a día, en la literatura no goza de la popularidad y romanticismo de los demás.


¿Habéis adivinado ya cuál es? 🤔


Curiosamente el gusto está directamente conectado con el sistema límbico, donde se procesan las emociones y los recuerdos. Por eso, un simple sabor puede transportarnos a momentos del pasado con una intensidad que otros sentidos no logran.


Cuando usamos el gusto de forma literaria, no se trata sólo de describir un sabor (dulce, amargo, ácido), sino de la emoción o del recuerdo que ese sabor despierta. De esa puerta sensorial que atravesamos sin darnos cuenta. 👻🚪👻


Marcel Proust, escritor francés considerado uno de los grandes innovadores de la literatura moderna, transformó lo cotidiano, como el sabor de una magdalena “la magdalena de Proust” o el sonido de una cuchara, en puertas hacia la memoria y la conciencia, haciendo de los sentidos un modo de entender la vida interior. 


Proust nos muestra cómo a los recuerdos más profundos no se acceden por la razón, sino por los sentidos. Esa “memoria involuntaria” surge sin esfuerzo, como una emoción que brota del cuerpo antes que de la mente. 🧐🧐


Vamos a intentar darle la razón con esta pequeña historia que comienza con un amargo sorbo de café: ☕☕


 “Tres minutos exactos”

“El café humea en la taza desconchada con la frase "A tu lado, el café sabe mejor", la misma que él solía usar. El aroma impregna la cocina, ahora vacía, colándose entre los huecos del silencio. Ella da un sorbo: amargo, fuerte, casi hiriente, como si el sabor supiera lo que intenta olvidar ¿o más bien recordar?

 

Hace un año que se fue. No hubo cartas, ni explicaciones, solo una puerta cerrándose de madrugada. Desde entonces, cada mañana repite el mismo ritual: hervir el agua, esperar los tres minutos exactos, verter el café, añadir dos cucharadas de azúcar… y después, no remover.

 

No lo remueve nunca. Deja que el azúcar repose en el fondo, igual que los recuerdos. Bebe el café tal cual: amargo arriba, dulce al final. Como su historia.

 

El primer sorbo siempre le duele un poco. Le sabe a ausencia, a rutina vacía, pero el último… el último aún conserva un leve resto de dulzura, suficiente para no rendirse.

 

Ese día, mientras deja la taza en el fregadero, una gota blanquecina se desliza hasta el borde. Ella la observa caer. Sonríe apenas. “Mañana quizá le ponga menos azúcar”, piensa. Y aunque no lo sabe, esa idea mínima es el primer síntoma de esperanza.

 

Esperanza en comenzar ya a acabar con la espera. En empezar a rendirse y no desear ni esperar su vuelta”

 

Un pequeño reto o reflexión, lector: ¿recuerdas a qué sabe tu infancia? ¿Qué sabor te traslada a un recuerdo?🤯


¡Piénsalo y atrévete a escribirlo! 🤔


¡Nos vemos la semana que viene! 👋👋👋





Entradas que pueden interesarte

1 comentario

  1. Mi infancia fue divina,llena de sabores alegres y momentos de película,un continuo aprendizaje llenó dé oportunidades y Amor ❤️

    ResponderEliminar