Calla, que empieza la novela

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¡Hola Sukisss! 💚

Porque en cada casa hubo una Topacio… y una arpía con tacones 📺👠


¿Os acordáis cuando, después de comer, se paraba el mundo porque empezaba la novela?


Mi abuela Esperanza lo decía con voz de mando celestial:

👉 “¿A ver quién habla ahora?, ¡que empieza Topacio!”.


Y allí estábamos, pleno agosto, ocho primos, apiñados en el suelo de aquel salón enorme del pueblo, con olor a café recién hecho, las titas en las sillas y los sofás y las moscas dando vueltas como helicópteros. 🪰


Topacio, ¡qué mujer! Guapa, valiente, buena como el pan… y con dos arpías que no la dejaban respirar. 


Yo no entendía mucho la trama, pero sí sabía que la mala siempre tenía el moño más tirante y los pendientes más grandes. 😆


Porque sí, amigas mías, nuestras abuelas fueron las primeras coach emocionales del mundo.


Ellas ya sabían de resiliencia, de empoderamiento femenino y de “no te fíes de esa vecina que siempre va de punta en blanco”.


Aprendieron todo eso viendo telenovelas.


Mi abuela Paca, por ejemplo, cuando volvía a Mallorca, allí no se veía Galavisión, entonces veíamos  Dinastía, que era como una novela pero con más joyas, más champán y más bofetadas por episodio. 🥂


Y yo pensaba: “En todos las partes de España (porque ojo, yo pensaba que las de las novelas eran andaluzas) se cocían habas, pero en las telenovelas de Andalucía, las hacían con tacones de aguja, pausas interminables y pestañas postizas.”


Las novelas eran el Netflix de las abuelas… pero con más drama y menos filtros.


Me dirás y por que de pronto recuerdas las Telenovelas. Pues, porque cuando yo era pequeña aún había muchas personas de más de 50 años que no sabían leer, entonces no leían Novelas, pero si veían las Telenovelas, que actuaron de grandes maestras para las mujeres.


Esta semana celebramos la Semana Mundial de la Novela, y qué mejor momento para rendir homenaje a esas historias que nos hicieron soñar, reír y sufrir… ¡todo a la vez!


Porque, seamos sinceras:


Todos hemos llorado con un amor imposible. 💔


Hemos gritado a la tele: “¡No le creas, que te está mintiendo!”.


Y hemos soñado con que algún día alguien nos mirara como el galán mira a la protagonista después del capítulo 86. 😍


Las novelas son ese espejo exagerado donde vemos nuestras emociones más humanas: el amor, la envidia, la esperanza y la venganza bien servida (como el gazpacho, fría). 🍅


Y si te pones a recordar… las titas se ponían a comentar entre susurros:

“Eso mismo le hizo Fulanita a Menganita”, “Así engañó Macario, el de los Quesos, a la Consuelito, la de Andrés el practicante…” 🤭


¡Calla! Pero lo mejor de todo era cuando la arpía de la novela se parecía sospechosamente a la vecina… o peor aún, a la mujer del alcalde. 😂 ¡Eso sí que era gloria bendita!


No solo eran entretenimiento, eran clases magistrales de psicología popular:


Sabiduría telenovelera:


“Si una amiga te dice ‘te lo digo por tu bien’, desconfía.”


“La bondad no necesita maquillaje, pero la maldad sí.”


“Siempre hay tiempo para un cambio de look antes de la venganza.”


“Los finales felices existen… aunque lleguen en el capítulo 120.”


Hoy las novelas se llaman series, los galanes tienen barba de tres días y las villanas publican frases motivadoras en Instagram. 😏 Sabes a quién me refiero ¡Brillante la condenada!


Pero el fondo es el mismo: seguimos queriendo que el bien gane, que el amor triunfe y que la justicia, al menos por una hora al día, se cumpla en la pantalla.


Así que, Sukisss, esta semana dale un homenaje a tu abuela, a tu sofá y a tu corazoncito novelero. Ponte una vieja telenovela, prepara un té y disfruta del drama sin culpa.


Porque chica, mientras haya historias que nos hagan sentir, habrá novelas que contar.💖




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