¿De verdad tenemos que aplaudir porque un famoso se ponga un pañuelo en la cabeza y lo llame símbolo de libertad? 🤔🧣
Mientras tanto, en la otra mitad del mundo, millones de mujeres luchan a diario por quitárselo y respirar.
No voy a mentir: el pañuelo tiene su gracia. Te salva de un mal día de pelo grasiento, de un viaje en descapotable, o de la pereza de peinarte antes de ir a por los niños. Hasta ahí, todo bien.
El problema es cuando desde el círculo brillante de la moda se vende como liberador.
Perdona, pero… ¿liberador de qué?
Porque para mis hermanas en Irán o Afganistán, ese mismo pañuelo no es glamour, es cárcel.
Hay que ser conscientes de que lo que en París es tendencia, en Kabul para muchas mujeres es condena.
Mientras una celebrity se sube a la pasarela envuelta en seda, otra mujer en el Medio Oriente se juega la vida por enseñar su pelo.
Y nosotras aquí, creyendo que comprar un pañuelo caro en una boutique nos convierte en rebeldes modernas.
Mi consejo: Antes de aplaudir una moda, pregúntate: ¿a quién aplasta mientras otros la celebran?
Ironías que huelen a incoherencia:
Aquí, influencers lo usan para posar en yates.
Allí, niñas de 10 años son obligadas a cubrirse porque “es su deber como buenas mujeres”.
Y la moda, que todo lo convierte en tendencia, ahora nos quiere vender que llevar pañuelo es símbolo de empoderamiento.
Pues no, cariño. En mi humilde opinión el empoderamiento es elegir, no disfrazar de libertad lo que oprime.
¿Desde cuando la libertad se ata con nudos?
Yo creo en una igualdad real, la que empieza en el respeto y no en el postureo. Y me duele ver cómo el mundo fashion que debería ser un faro para las mujeres del mundo juega con símbolos que, para millones de mujeres, significan sufrimiento. Quizás este no es el momento.
🧣 Sí, ponte tu pañuelo si quieres, yo también lo hago cuando toca. Pero no me lo vendas como libertad cuando para tantas es esclavitud.
Para terminar, sí: el pañuelo puede ser un complemento ideal, versátil y hasta coqueto. Nadie lo niega. Pero como mujeres libres deberíamos recordar que esa misma prenda, convertida en fetiche de moda, es también la cadena que aprieta la cabeza de millones de mujeres en nombre de dogmas políticos camuflados de fe.
No es el momento de aplaudirlo como símbolo de libertad, porque la realidad es otra: en Occidente cada vez más mujeres se ocultan tras él, voluntariamente o no, hasta desaparecer de la mirada del mundo. Y que la moda, con todo su altavoz, nos venda esta invisibilidad como empoderamiento… no solo es incoherente, es peligroso.
“La moda puede jugar con telas; la libertad, jamás debería estar en venta.” Miki Díaz