Sentaos que esto va a traer cola. 😡
Me llamo Miki (aunque eso lo sabéis todas) y soy ama de casa, madre, cocinera, jardinera, psicóloga emocional de un adolescente, un marido y un miembro de 4 patas y, ahora también, ¡detective alimentaria!
A ver si me entero, que una ya no sabe si está en un documental del National Geographic o en un episodio de Black Mirror: ¿nos hemos quedado sin trigo ucraniano, traemos cereal americano cargadito de pesticidas, y la solución de Europa es… ¡bajar los niveles permitidos de residuos al cereal de fuera!?
¿Pero esto qué es, querida Úrsula? ¿Una broma pesada o una pesadilla? Por favor que alguien me pellizque. Porque si es una broma, aún no le veo la gracia y, si es una pesadilla, sólo quiero despertarme.
Lo que no entiendo es cómo hemos pasado de tener campos de trigo y garbanzos a plantar placas solares como si estuviéramos decorando Marte. Y molinos gigantes que parecen sacados de un cómic de superhéroes. ¡Pero si en La Mancha ya no se ve ni un burro, solo hélices!
Oye, yo soy muy pro-energía verde, pero ¿verde sin lentejas? ¿Verde sin pan? ¿Toda Europa se ha vuelto lerda?
Señoras, madres, abuelas, tías: ¿nos estamos olvidando de alimentar a nuestros hijos con comida de verdad? Entre la harina de grillos y los pesticidas importados. ¿Qué menú les vamos a poner?
Entrante: sopa de plástico microdosis.
Plato principal: croquetas con glifosato.
Postre: barrita energética con aroma a insecto y topping de nanopartículas.
¡Ole tú, Europa! ¡Olé tú!
Ya no sembramos, ya no cocinamos, ya no nos preguntamos qué lleva lo que compramos. Estamos tan entretenidas subiendo Reels de Meal Prep en contenedores de plástico súper contaminantes y bonitos a Instagram que se nos ha olvidado lo más básico: mirar qué demonios estamos metiendo en esos tuppers.
Y lo más triste no es lo que comemos… sino que lo estamos permitiendo. Por comodidad, por ignorancia, o por creer que el supermercado es una selva mágica que siempre estará llena.
¿Dónde quedaron las madres con instinto de loba? Las que leían etiquetas, las que sabían que un buen potaje te salvaba el día y la salud. Las que plantaban tomates, aunque fuera en macetas.
Así que, si estás leyendo esto con un café en la mano y tu hijo desayunando galletas con colorantes y aire comprimido... ¡espabila, Mari! No estás criando un algoritmo para una farmacéutica o laboratorio s haga rico con él en el futuro. ¡Es un ser humano! Y además durante toda una vida ese ser humano es tuyo.
Ya está bien de decir que no hay tiempo, que es muy difícil, que da igual. Porque no, no da igual. Europa podrá bajar los niveles de pesticida para que no pasemos hambre, pero yo no pienso tragarme el cuento ni la sopa.
Y tú tampoco deberías.